Puede que el mundo creado por Anita Rocha da Silveira (Río de Janeiro, 1985) en Medusa sea perturbadoramente parecido a la realidad.
En su segundo largometraje, protagonizado por Mari Oliveira y Bruna Linzmeyer, en el cual se mezclan diferentes géneros cinematográficos, Anita condensa la violencia de mujeres hacia sus iguales, el machismo que permea la sociedad, la avanzada del conservadurismo más radical de la mano de grupos religiosos, así como el control y auto control al que se someten las féminas. Concebida como una distopía, la evolución de la realidad brasilera fue acortando las distancias.
Formada en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, Anita destaca como guionista y directora de sus proyectos, los cuales han sido estrenados en algunos de los festivales de cine más importantes del mundo como la Mostra de Venecia, el Festival de Cannes y el Festival Internacional de Cine de Toronto.
Cineastas ante todo
He tenido la suerte de que no me digan que las mujeres no pueden dedicarse al cine de género. En Brasil existen muchas directoras haciendo películas de género, pero ahora nuestra lucha radica en no ser clasificadas como directoras de terror, sino sólo como ‘directoras’.
Hay hombres que también hacen cine de género y no se les califica como tal. Cineastas como yo, pero también como Gabriela Amaral Almeida, Juliana Rojas y muchas otras estamos haciendo cine en Brasil, pero siempre habrá gente que intente meternos en cajas con la etiqueta de ‘directoras de género’.
La capacidad de las mujeres de romper barreras
Veo a muchas mujeres que lo están haciendo, y espero que siga así. Nunca me ha interesado retratar la realidad tal como es, siempre he tratado de crear algo diferente y quizás eso tenga que ver con la experiencia de crecer como mujer.
Desde que tengo memoria me ha apasionado el cine, pero en muchas de las películas que vi no me sentí identificada como mujer, echaba mucho de menos a personajes con los que pudiera identificarme. Tal vez por eso comencé a imaginar lo que haría como cineasta en un mundo que no es tan similar a la realidad, tratando de crear una experiencia que sea más singular, usando colores para crear una atmósfera diferente y recurriendo a otros puntos de vista.
Encontrar su propia voz
Creo que he cambiado al menos en una forma más estilizada de rodar. Cuando hice mi primer largometraje, Mate-me por favor (2015), tuve miedo de usar colores, filmamos de una manera simple e incluimos los colores en la postproducción. Me arrepentí mucho de no haberlo hecho durante el rodaje. En Medusa trabajé con el mismo director de fotografía de mi película anterior (João Atala) y nos hicimos la promesa de que usaríamos todo el color necesario, sobre todo las tonalidades verdes y rojas. Vimos muchas películas de Dario Argento para inspirarnos más, y se convirtió en una gran referencia tanto en lo visual como en lo referente a los diálogos.
Así mismo decidí filmar Medusa usando lentes amorfos para darle deformidad a la imagen y transmitir ese sentimiento de extrañeza de la realidad. Así que creo que di otros pasos. Siempre estoy tratando de experimentar cosas y pensar en movimientos de cámara diferentes, pero el gran paso fue el uso de colores.
Violencia hacia las mujeres ejercida por mujeres
Alrededor de 2015 leí en las noticias sobre una banda de chicas que se unieron para agredir a una joven a la que consideraban promiscua, que posteaba fotos subidas de tono, que seducía a los hombres. Pronto me di cuenta de que había otros casos similares, los investigué y llegué a la conclusión de que esos ataques estaban ocurriendo en otros países; identifiqué varios ataques cuyo fin era la agresión para afear a las chicas, cortándoles el pelo y la cara. Esos casos tenían a las redes sociales como factor común.
Reflexioné entonces sobre cómo la estructura del machismo nos impregna por completo, porque primero creó la concepción del autocontrol, es decir que las mujeres crecemos con la idea de tener que controlarnos, desde la forma de vestirnos, el tono de nuestras voces, hasta la sexualidad. Tal es ese autocontrol que cuando otras ven que no lo cumples, piensan: ‘si yo no puedo hacer eso, ¿por qué ella sí puede?’
Ese fue el punto de partida para el desarrollo de Medusa. Además, por ese tiempo en Brasil empezaron a proliferar las fotos de escuadrones de muchachos de la Iglesia Evangélica, como ejércitos de Dios, que pronto se hicieron muy populares. Para la historia de la película relacioné esos casos que se desarrollaban en un contexto ultraconservador con el mito de Medusa, la hermosa doncella que fue castigada por la pérdida de su ‘pureza’.
Hacer cine en una sociedad polarizada
Como cineasta he sentido miedo de decir o hacer algo que me genere problemas. Siempre estoy midiendo mis palabras, y hasta decidí evitar mencionar el nombre del presidente [se refiere a Jair Bolsonaro] en entrevistas, por ejemplo. En Brasil llegaron al extremo de arrestar a gente por poner algo que escribieron en Twitter.
Para la producción de Medusa obtuvimos la mayor financiación otorgada por el gobierno, eso fue a finales del 2018 en medio de las elecciones, y empezamos a rodar en noviembre de ese año. Llegó un momento en el que me acobardé y pensé ‘¡Dios mío, ¿qué estoy haciendo? ¡Me voy a meter en un lío!’. Pero todo el equipo y las actrices me motivaron a seguir adelante, sabían de la importancia de este proyecto, y lograron que ya no sintiera miedo.
Identificar el machismo
Ahora es más fácil identificarlo y decirlo en voz alta. Antes del movimiento #MeToo hubo otro en Brasil llamado Mi primer acoso que causó mucho revuelo en las redes sociales. Gracias a esos movimientos se ha creado un ambiente en el que es más fácil y seguro denunciar el machismo, el sexismo, los acosos morales y los abusos sexuales.
Hace diez años eso era imposible, te tildaban de loca, histérica, así que era mejor quedarse callada si te pasaba algo, negarte a que se hablase al respecto por miedo a las burlas y al descrédito. Pero ahora creo que el entorno es propicio para que las mujeres denuncien y sientan apoyo, la gente está más consciente.
Como mujer y cineasta lo siento así, al menos en la burbuja en la que vivo. En la industria audiovisual se están creando espacios más seguros, la gente habla de sus experiencias y evita trabajar con acosadores. Las cosas están cambiando, y si bien son cambios pequeños, al menos hay una transformación y se cree en la palabra de una mujer cuando intenta denunciar. Ya no se la señala como alguien que exagera y que intenta joderle la carrera a alguien.
Más paridad en la industria audiovisual
El gran desafío es lograr más paridad no sólo en los sets de rodaje, porque si bien existen muchas directoras jóvenes, hay que fijarse en quiénes son los responsables de otorgar financiamiento, así como quiénes están detrás de las programaciones. Necesitamos mujeres en otros puestos, no sólo en la dirección y en la producción, sino también en el área de financiación y de programación.
Creo que el cambio tiene que producirse en todas partes, de lo contrario no es una transformación real. Es importante además abogar por la paridad en la formación de equipos, hay que estar conscientes de la importancia de tener mujeres en cada eslabón de la cadena.
Filmografía
Cortometrajes
O vampiro do meio-dia (2008)
Handebol (2010)
Os Mortos-Vivos (2012)
Largometrajes
Mate-me por favor (2015)
Medusa (2021)
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