Desde niña, Laura Baumeister (Managua, 1983) lleva un diario de sueños. Lo cuenta de pasada, en una sola frase, y en ese momento algo cobra sentido al pensar en La hija de todas las rabias.
En ese, su primer largometraje, lo onírico se da la mano con una realidad de varias profundidades; la de María, la niña protagonista, a la que su madre la tiene que dejar en la factoría de un conocido; la de los adultos de su entorno más inmediato; y luego la realidad detrás del portón de ese sitio donde no quiere estar, con una revuelta social que va creciendo como la espuma de una furia colectiva, aunque diferente a la de ella.
Los sueños y las pesadillas, la marginalidad, la explotación laboral infantil, los espirales de violencia, el deterioro del medioambiente, los feminicidios, el miedo, la rabia, la resiliencia y el amor materno-filial, todos son elementos que Laura alberga en La hija de todas las rabias.
Mientras su película hace recorridos internacionales, la directora, guionista y productora nicaragüense formada en el Centro de Capacitación Cinematográfica (México), no parece darse tregua. Ya sus próximos proyectos están encaminados, los verbaliza a la velocidad de un rayo: una mujer que sufre un proceso de transformación a loba, el otro sobre una mujer quemada en una hoguera por un ritual religioso. Ambos huelen a filmes de género, lo confirma, pero sobre todo tienen que ver con eso que Laura denomina “el gran relato”.
México, la luz
Nunca me cuestioné si puedo ser directora o no por el hecho de ser mujer, para mí era más el tema de dónde lo voy a hacer porque en mi país no hay escuelas de cine, no hay una industria audiovisual. Era pues un tema más logístico y geográfico que de género.
Cuando quise estudiar cine, México fue como la luz. Afortunadamente tomé ese camino y el país me acogió. La relación continúa, y mis siguientes proyectos los haré allí.
Iluminar con el cine
Siento un compromiso, una responsabilidad con que no podemos continuar construyendo relatos que se posicionan desde un lugar de opresión y seguirlos condenando, hundiéndolos todavía más porque en realidad con las películas, con el cine, podemos alumbrar un poco los caminos.
Los grandes artistas lo han hecho, alumbran en medio de este paisaje bastante oscuro, y eso era algo que teníamos súper claro con mis colaboradoras para La hija de todas las rabias. Nos propusimos pintar un cuadro en donde hay muchas capas densas, con una brocha que tiene como muchos tonos oscuros, pero la luz iba a ser lo que permitiría apreciar el cuadro.
Ansias de luminosidad
El anhelo hacia la luminosidad creo que sí tiene que ver con el hecho de ser mujer y con mi generación. Desde el punto de vista de mujer, hemos heredado un montón de privilegios que hace menos de 100 años no teníamos. Pero también a nivel ya más como de generación, hemos heredado un mundo en llamas, donde los temas ambientales y sociopolíticos están totalmente desbordados, como también están colapsadas las ideologías y los modelos de vida.
Frente a nuestros ojos el escenario se está cayendo, pero ¿qué vamos a hacer?, ¿vamos a dejar que nos aplasten las estructuras? o ¿vamos a tratar de imaginarnos por lo menos que en medio de ese derrumbe hay un hueco por el que vamos a salir? Porque de que tenemos que salir, ¡vamos a salir!
Poner nombre a las cosas
Estamos acompañadas por el movimiento que se refleja en todo lo que está pasando, y nos estamos atreviendo a nombrar las cosas que en otros espacios quieren meter bajo el mantel. Son temas como que quieren que no existan, que no exista la violencia, la pobreza ni la basura, que no existan los feminicidios ni los abusos, porque qué horror verme representado como país, como instancia, o lo que sea, pero la realidad es que todo eso está pasando.
Existe una necesidad de ver y exponer esos temas, desde una postura, que no creo que es propio o estrictamente de la feminidad, pero sí desde la humildad que nos viene de un espíritu reflexivo y autocrítico que encuentro mucho en las mujeres. Esa perspectiva y actitud te permite acercarte a esos temas desde un lugar más humano, más a la par y no desde una posición pontificante. Eso es super importante.
Apostar por ‘el gran relato’
Me siento muy orgullosa de que ya no estamos pensando tan en pequeñito y que realmente estamos no solo rompiendo con el ‘Ah, ok hacemos cine’, sino que ahora si queremos vamos a hacer cine de género, cine épico, de acción, ¿me entendés?
No nos tenemos que quedar en el relato íntimo, micro-familiar, de los tejidos de la palestra privada. Esa es otra cosa que siempre ha sido asociado con lo femenino, que nosotras contemos historias de los cuartos, de las cocinas, de la casa, pero que no contemos la historia del asalto a la casa gubernamental, o de la toma violenta de gobierno, o de persecuciones, porque ese es el gran relato. Pero a mí particularmente me interesa el gran relato.
Amansar la rabia ante los obstáculos
Uso la rabia a mi favor. Siento que a veces la adversidad está muy subvaluada. Desde el imaginario, digamos del éxito y desde la perspectiva del hombre blanco y todas estas cosas, la adversidad está vista como un ‘ay, pobrecita...’, pero no es así. Si usas la adversidad a tu favor, es dignificante y cobra más sentido cada paso que das porque te costó darlo, y cada paso te mantiene en pie más firme.
Pero es un ejercicio de conciencia y de auto convicción, como también de rodearte de tu comunidad para que te sostenga cuando no das el paso como querías, o como cuando de repente la cosa se pone demasiado fuerte, y por mucho que vos te digas que sí podés, te das contra las paredes, y es que eso también pasa. No todo es siempre caminar firme y erguida, y cuando te caigas, porque nos vamos a caer, es importante tener allí una comunidad, una manada que te oxigene otra vez y te diga ‘¡vamos para adelante!’
Filmografía
Lagunas (2014) Corto
Isabel im Winter (2014) Corto
Fuerza Bruta (2016) Corto
Ombligo de agua (2018) Corto
La hija de todas las rabias (2022)
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