¿Por qué a las actrices les cuesta envejecer en la industria audiovisual y qué están haciendo algunas para no desaparecer?
Texto: Alejandra Musi Arcelus
Collage: María Pérez Martin
Hace muchos años me enojé mucho al ver que Nicole Kidman se había vuelto adicta al Botox ¿Cómo es posible que se haya hecho eso con lo guapa que es?, pensaba mientras la entrevistaba por la película The Paperboy (de Lee Daniels, 2012). Me parecía innecesario que se esforzara por ocultar lo evidente: estaba envejeciendo. “Hay que hacerlo con gracia”, “las arrugas son las marcas de nuestra vida”, son frases que solemos repetir. Lo cierto es que desde entonces ha pasado una década y yo también he empezado a envejecer y a entender por qué a las actrices este proceso les cuesta más que a nadie.
Hay una investigación de la revista TIME que analizó la trayectoria de más de 6000 actores, en el que se demuestra que las mujeres al principio de sus carreras reciben más ofertas para interpretar papeles que los hombres, pero cuando ellas cumplen 30 años ¡Pum!, la cifra empieza a descender de forma vertiginosa hasta tener que arañar cada personaje.
Por el contrario, la carrera de los hombres llega a su cumbre a los 46 años y se mantiene así muchos más. Con el tiempo esto ha empeorado: cada vez más, ellas dejan de trabajar antes de los 30 y a ellos les va mejor después.
Las mujeres que tienen 60 años están viendo decrecer la cantidad de oportunidades para trabajar antes de lo que lo hacían sus colegas de más edad.
Maggie Gyllenhaal (quién se ha sumado a la tendencia de crear sus propios proyectos, el más reciente The Lost Daughter, con el que ganó el premio a Mejor Guión en el Festival de Venecia de 2021) ha contado en numerosas ocasiones cómo a los 37 años le negaron un papel porque era demasiado mayor para interpretar a la pareja de un hombre de 55.
Otra grande de Hollywodd como lo es Meryl Streep, quien ya cuenta más de setenta, ha confirmado esta teoría al asegurar que hoy en día las mujeres que tienen 60 años están viendo decrecer la cantidad de oportunidades para trabajar antes de lo que lo hacían sus colegas de más edad.
En un artículo de Vogue en el 2011, Streep contó cómo fue cumplir 40 años. “Miré a mi marido y le dije, ¿bueno, qué deberíamos hacer ahora? Porque esto se acabó”. Ese año Meryl donó una buena suma de dinero a un laboratorio de guionistas para proyectos con mujeres maduras.
Julianne Moore, nacida en 1960, empezó a hacer lo mismo que Streep a sus 59 años. Tomó un significativo proyecto, el remake de la muy celebrada Gloria (del chileno Sebastián Lelio); produjo y protagonizó Gloria Bell (también dirigido por Lelio) que se centra en una mujer en sus cincuenta y está intentando “rehacer su vida”.
En 2019 Moore produjo After the Wedding, que también protagonizó, y una de sus últimas apuestas es una serie para televisión llamada Lisey´s Story (2021) en la que hace el papel de una viuda que se convierte en la fijación de un acosador obsesionado con el trabajo de su esposo.
No todas las actrices tienen la oportunidad de desarrollar sus propios proyectos, para muchas la pregunta de la edad sigue siendo un tabú y la respuesta un cliché.
Otras actrices que han encontrado en el camino de auto producirse un antídoto para permanecer visibles al llegar las canas son Reese Witherspoon y Jennifer Aniston. Incluso han dado un paso más al unirse y darse protagonismo mutuo con la serie The Morning Show cuya primera temporada fue un hit y la segunda, aunque más polémica, sigue manteniéndose en el top de las series más vistas.
Reese Witherspoon había descubierto las ventajas de sacar adelante sus propios proyectos al fundar su productora Hello Sunshine (en 2016) Hoy en día es una de las mujeres más poderosas de la industria audiovisual estadounidense. Witherspoon se negó a que la invisibilizaran.
Desafortunadamente, no todas las actrices tienen la oportunidad de desarrollar sus propios proyectos, para muchas la pregunta de la edad sigue siendo un tabú y la respuesta un cliché, pues cada vez que le menciono el tema de los años a alguna estrella de Hollywood ésta suele tener la sonrisa lista para decir que ama las marcas que le ha dado el tiempo.
La realidad es que, en muchas ocasiones y meses después, las veo transformadas por las cirugías o los inyectables de moda. La que más me conmovió es Jane Fonda quien en su documental Jane Fonda in Five Acts para HBO declaró frente a la cámara de la directora Susan Lacy que se arrepiente de haberse hecho esclava del bisturí.
“Odio el hecho de haber tenido la necesidad de alterarme físicamente para sentir que estoy bien. Hubiera deseado ser diferente”, admitió. Ante estas palabras yo sólo puedo pensar en lo mucho que la entiendo. A ella, a Nicole Kidman y a todas las mujeres que necesitan detener el tiempo para no volverse invisibles.
(La primera versión de este artículo fue publicada en el diario mexicano El Universal)
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